Usted se revuelve incómodo en la cama. Se acaba de despertar en mitad de la noche por algún ruido que llega de la calle. A su lado, su pareja no se inmuta. ¿Por qué algunas personas son capaces de dormir con cualquier ruido de fondo y a otras apenas les afecta? Una investigación acaba de dar con la clave de este fenómeno, que puede ser útil para desarrollar dispositivos y fármacos que ayuden a conciliar el sueño a las personas incapaces de pegar ojo.
La respuesta hay que buscarla en los llamados ejes o husos del sueño (en inglés denominado 'spindles'), un tipo de onda cerebral que se produce en la fase 2 (la que sirve de transición entre el sueño ligero y el más profundo).
Según acaban de publicar en las páginas de la revista 'Current Biology' un grupo de investigadores de la Unidad del Sueño del Massachusetts General Hospital (EEUU), los individuos que generan más husos del sueño son capaces de tolerar mejor el ruido y se ven menos afectados por estas alteraciones mientras duermen.
Su experimento lo llevaron a cabo con 12 individuos sanos con una media de 26 años. Durante tres noches seguidas evaluaron sus ondas cerebrales mientras dormían. La primera noche lo hicieron en un silencio total, mientras que en las otras dos los investigadores les 'molestaron' con distintos tipos de ruidos: desde el sonido de un teléfono, el alboroto de varias personas hablando o el tráfico de una carretera.
Los participantes que más husos del sueño mostraron en la noche tranquila, eran los mismos que siguieron durmiendo plácidamente a pesar de los ruidos en las noches posteriores.
Como explican los investigadores, la mayor parte de la información sensorial que recibe nuestro cerebro (incluidos los sonidos) pasa por una estructura denominada tálamo en su camino hacia la corteza cerebral, donde realmente es percibida. La comunicación entre ambas estructuras continúa mientras dormimos, y puede evaluarse desde el exterior mediante la electroencefalografía que mide los ritmos de las ondas electromagnéticas.
Durante las fases 2 y 3 de sueño, el ritmo pausado y lento del sueño se ve interrumpido cíclicamente por un grupo de ondas más aceleradas, denominadas husos. El trabajo dirigido por Jeffrey Ellenbogen trataba de demostrar, como se sospechaba hasta ahora, que estas ondas tienen como función frenar el paso de cierta información sensorial hasta la corteza; actuando a modo de filtro.
"Más husos supone un sueño más estable", explica el autor principal. Y según confirmó su experimento, el patrón de sueño de cada individuo es muy estable a lo largo de las noches, por lo que no es extraño que algunas personas puedan dormir plácidamente cada noche independientemente de las alteraciones externas.
A partir de ahora, reconoce, tendrán que buscar la manera de generar más husos (bien mediante técnicas o fármacos) para lograr generar más husos de sueño en las personas con un sueño más ligero.
La respuesta hay que buscarla en los llamados ejes o husos del sueño (en inglés denominado 'spindles'), un tipo de onda cerebral que se produce en la fase 2 (la que sirve de transición entre el sueño ligero y el más profundo).
Según acaban de publicar en las páginas de la revista 'Current Biology' un grupo de investigadores de la Unidad del Sueño del Massachusetts General Hospital (EEUU), los individuos que generan más husos del sueño son capaces de tolerar mejor el ruido y se ven menos afectados por estas alteraciones mientras duermen.
Su experimento lo llevaron a cabo con 12 individuos sanos con una media de 26 años. Durante tres noches seguidas evaluaron sus ondas cerebrales mientras dormían. La primera noche lo hicieron en un silencio total, mientras que en las otras dos los investigadores les 'molestaron' con distintos tipos de ruidos: desde el sonido de un teléfono, el alboroto de varias personas hablando o el tráfico de una carretera.
Los participantes que más husos del sueño mostraron en la noche tranquila, eran los mismos que siguieron durmiendo plácidamente a pesar de los ruidos en las noches posteriores.
Como explican los investigadores, la mayor parte de la información sensorial que recibe nuestro cerebro (incluidos los sonidos) pasa por una estructura denominada tálamo en su camino hacia la corteza cerebral, donde realmente es percibida. La comunicación entre ambas estructuras continúa mientras dormimos, y puede evaluarse desde el exterior mediante la electroencefalografía que mide los ritmos de las ondas electromagnéticas.
Durante las fases 2 y 3 de sueño, el ritmo pausado y lento del sueño se ve interrumpido cíclicamente por un grupo de ondas más aceleradas, denominadas husos. El trabajo dirigido por Jeffrey Ellenbogen trataba de demostrar, como se sospechaba hasta ahora, que estas ondas tienen como función frenar el paso de cierta información sensorial hasta la corteza; actuando a modo de filtro.
"Más husos supone un sueño más estable", explica el autor principal. Y según confirmó su experimento, el patrón de sueño de cada individuo es muy estable a lo largo de las noches, por lo que no es extraño que algunas personas puedan dormir plácidamente cada noche independientemente de las alteraciones externas.
A partir de ahora, reconoce, tendrán que buscar la manera de generar más husos (bien mediante técnicas o fármacos) para lograr generar más husos de sueño en las personas con un sueño más ligero.
0 comentarios:
Publicar un comentario