Que determinados rituales colectivos, ceremonias y a menudo los espectáculos deportivos, generan una fuerte cohesión de grupo e identificación social es algo que los antropólogos y sociólogos conocen. Pero ¿hasta qué punto esa identificación, esa sincronía, tiene alguna base fisiológica? Unos investigadores de Dinamarca, Nueva Zelanda y Estados Unidos han estudiado el asunto en el peculiar ritual del Paso del Fuego en San Pedro Manrique (Soria) en la que un puñado de hombres y mujeres, el 23 de junio, caminan sobre las brasas de una tonelada de leña de roble extendidas como una alfombra que supera los 600 grados centígrados. Varios miles de espectadores presencian la ceremonia. El resultado de la investigación es sorprendente ya que se observa una casi sincronización entre los que cruzan el fuego y espectadores allegados, mientras que ese efecto no se observa con quienes no son allegados. Ivana Konvalinka y (Universidad Aarhus, Dinamarca) y sus colegas lo explican en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (EEUU).
Aceptaron participar en el experimento 12 de los 28 participantes en el paso del Fuego celebrado el año pasado y los investigadores les colocaron un aparato sujeto al pecho que registraba el ritmo cardíaco. Igualmente colocaron esos equipos en varios espectadores, nueve de ellos familiares o amigos muy cercanos de uno o varios de los protagonistas del ritual y 17 no relacionados con ellos. Un equipo especial permitió tomar datos durante la ceremonia y sincronizar los registros de los sensores de unos y otros. Al analizar los datos, Konvalinka y sus colegas descubrieron una casi total sincronización del ritmo cardiaco entre quienes pasaron el fuego y sus allegados, pero no con los otros espectadores.
"El ritual, por tanto, afecta de modo diferente a estas personas en función de su grado de implicación en él", afirman los investigadores. "Los resultados sugieren que la experiencia colectiva del ritual esta mediada por la familiaridad, porque la sincronización cardiaca se limita a los participantes directos y a sus amigos y familiares", explican en Proceedings.
Se habían hecho ya algunos estudios buscando la base fisiológica de comportamientos colectivos en acontecimientos sociales, y se había constatado el aumento del ritmo cardiaco entre los seguidores de un club de fútbol cuando ven un partido por televisión y el equipo marca un gol. Pero estas observaciones nada decían de la interacción entre espectadores y actores directos del espectáculo, de ahí el valor de los datos del estudio de San Pedro Manrique, aunque los participantes en el experimento no sean muy numerosos.
De los 12 voluntarios que aceptaron llevar el sensor y transmisor alrededor de su pecho mientras pasaban sobre las brasas, 11 eran hombres y una era mujer. Varios de ellos llevaban, además a otra a otra persona a la espalda. De los 26 espectadores (familiares y no de los que pasaban el fuego), 16 eran hombres. Además de ir almacenando los datos que transmitía cada uno en un ordenador, se grabó toda la ceremonia con cinco cámaras de vídeo, igualmente sincronizadas en el ordenador con los datos cardiacos de las personas. El ritual duró un ahora y media.
El Pais
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