¿Y si murieses ahora mismo? ¿Qué querrías que te pasase?
De manera inconsciente con esa sencilla frase tus pensamientos ya
volaron a un destino. Ese beso sin dar, ese sueño sin alcanzar, ese
puñetazo que nos reservamos para el momento oportuno... Es el final de
un momento lo que nos hace darnos cuenta de lo que es importante para
nosotros.
Esa vez en la que dándonos un último beso de despedida decimos adiós
para siempre al que sabemos será nuestro gran amor. Ese instante en que
miramos a nuestros compañeros de clase o del trabajo y sabemos que
cuando crucemos la puerta de salida nunca más podremos volver atrás.
Tras una noche fantástica de carnavales en la que nos regalamos amor con
una persona que ni se quitó la máscara ni nos dijo su nombre… Esos
instantes terminan, muchas veces, para no volver.
A la hora de escribir veo en mis personajes una extensión de la vida.
Puede que ninguno de ellos exista en el plano físico pero las emociones
que tienen, su personalidad y su día a día es algo que queremos hacer
nuestro. Fueron millones los que soñaron hacer magia con Harry Potter,
las mismas personas que soñaron caer en una de las cincuentas sombras de
Grey ¿y qué me decís de a cuantos de vosotros no os habría encantado
resolver el enigma del código Da Vince?
Para mí, que conozco todas y cada una de las manías de mis
personajes, son tan reales que puedo hablar de ellos con la libertad de
quien cuenta las peripecias de un amigo íntimo; pero también lo son para
el lector que vive y ama cada página como si fuese él el que está
sumergido entre las letras de la novela. ¿Quién puede decir que no es
así?
Es una idea tan disparatada como realista. Somos lo que comemos, lo
que bebemos, lo que vemos y lo que leemos... así qué ¿cuántas vidas
tienes mi querido lector? Tú que has visto la Atlántida flotando y has
viajado más allá de las estrellas para conocer seres de otra galaxia, tú
que conoces la vida más allá de la muerte y que has bebido las dulces
aguas de la eterna juventud esquivando a Ponce de León, tú que has
llorado y reído con gente que nadie más puede ver si no acarician las
páginas con el cariño que tú las procesas. ¿Qué tan viejo eres?
Yo ayudé a Alejandro Magno a conquistar el mundo guiado de la mano de
Valerio Massimo, navegué los siete mares con el barco de vapor del
pirata Garrapata y temí por la humanidad en el día del trífido, viaje a
través del tiempo con Rudol Hefting en cruzada en Jeans y temí la
inmortalidad con Lestart el vampiro. Descubrí que la gente no siempre es
buena pero que la esperanza es lo último que se pierde con el ángel de
la noche y descubrí que profesores imaginarios me enseñaba genética en
la hija de Venus. Incluso conocí la crueldad a través de la mirada
inocente del niño del pijama a rayas.
Así que cuando alguien se acerca y me habla de Claudia, de Daniel, de
Deán o de cualquier otro de los muchos habitantes de mis páginas no me
queda otra cosa que hacer que maravillarme y dejarme seducir por lo que
han despertado.
Mis pequeños y queridos amigos. ¿A cuanta gente han conocido? ¿A
cuanta más van a conocer? Me fascina su forma sencilla de ser. Su manera
de simplemente existir.
Son como nosotros sin llegar a serlo nunca. Un día vienen al mundo y
duran más allá del momento en que se olvidan. Después de todo la dulce
muerte no es para ellos. ¿Cuántos años tiene Ulises ya? ¿Y el Quijote?
¿Qué tan viejo es el rey Midas? Nunca demasiado. Siguen maravillando al
mundo con sus pericias y aventuras; con su forma de ver al mundo. Aunque
estoy seguro que si en algún momento no fuese así, si fuesen a morir
como un humano cualquiera, en ese momento dirían... ¿Podrías escribir mi
historia? Quiero que se conozca como viví y como terminé. Quiero que la
gente sepa cuánto luché por mis sueños y como me enfrenté a la vida con
uñas y dientes negándome a rendirme. Quiero que sepan que no están
solos y que yo, una vez, fui como ellos.
Así que dime querido lector... ¿si murieses ahora mismo? ¿Qué querrías que te pasase?
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