Para limpiar un chupete, lo mejor es la saliva de los padres
Las bacterias que pasan al bebé ayudan al desarrollo de su sistema inmunitario | La saliva de los adultos ayuda a prevenir el asma y las alergias en la infancia | La práctica no eleva el riesgo de que los niños sufran infecciones respiratoria.
Ponerse un chupete en la boca para limpiarlo
antes de dárselo a un niño le ayuda a prevenir el asma, el eczema y las
reacciones alérgicas, según una investigación de la Universidad de
Göteborg (Suecia) que ha analizado la salud de 184 niños desde el
nacimiento hasta los tres años de edad.
La investigación ha
demostrado que los padres que limpian los chupetes con su propia saliva
transmiten a sus hijos muchas de las bacterias que tienen en la boca.
Pero estas bacterias, lejos de ser perjudiciales, son beneficiosas para
el sistema inmunitario de los niños.
En cambio, cuando un bebé
crece en una burbuja de higiene, su sistema inmunitario no recibe los
estímulos necesarios para aprender a enfrentarse a antígenos
inofensivos. Cuando más adelante se encuentra con este tipo de
antígenos, el sistema inmunitario reacciona con una virulencia
desproporcionada y puede causar daños en el propio organismo en forma de
alergias, asma y otros trastornos atópicos.
“Hemos demostrado
que limpiar el chupete de un niño chupándolo, que es algo que muchos
padres hacen y que muchas personas piensan que es poco higiénica, no
tiene ningún efecto perjudicial”, ha declarado Agnes Wold, directora de
la investigación, en entrevista telefónica.
Según los resultados
presentados en Pediatrics -la revista de pediatría más importante del
mundo-, los niños a los que se limpia el chupete con saliva no sufren
más infecciones respiratorias en los primeros seis meses de vida que
aquellos a los que se les limpia con agua fría o hirviéndolo.
Pero
su riesgo de tener asma antes de cumplir un año y medio se reduce en un
88%; y el de tener eczema (un tipo de inflamación de la piel) o
reacciones alérgicas a alimentos, en un 63%.
El efecto protector
de la saliva de los padres mengua a medida que los niños crecen pero, a
los tres años, el riesgo de eczema sigue siendo un 49% más bajo.
El
estudio no aclara en qué situaciones sería preferible limpiar un
chupete con agua fría o hervirlo que limpiarlo con saliva. No ha
analizado, por ejemplo, cuál es la mejor opción en los casos en que los
padres están resfriados. O si los bebés que tienen infecciones
recurrentes se beneficiarían de medidas de higiene más estrictas que
aquellos que suelen estar sanos.
Entre los participantes en el
estudio, la mayoría de los padres aplicaron el sentido común y limpiaron
los chupetes de un modo u otro según las circunstancias. Así, un 48%
dijeron que solían chuparlos. Pero un 83% también los limpiaban a menudo
poniéndolos bajo un chorro de agua fría. Y un 54% solían hervirlos.
Para
obtener resultados estadísticamente significativos, los investigadores
seleccionaron a niños con antecedentes familiares de alergia. Así, un
25% de ellos ya habían tenido eczema al cumplir un año y medio; un 15%,
reacciones alégicas a alimentos; y un 5%, asma. En Suecia, este tipo de
trastornos inmunitarios afectan a uno de cada tres niños de edad
escolar.
“Hay cientos de estudios que demuestran que el ambiente
al que un bebé crece en sus primeras semanas y meses de vida determina
el desarrollo de su sistema inmunitario. Pero nadie había estudiado
hasta ahora algo tan común como la transmisión de bacterias y virus de
padres a hijos a través del chupete”, declara Agnes Wold.
La
investigadora recuerda que, “a lo largo de la evolución humana, los
niños pequeños han estado expuestos a enormes cantidades de virus y
bacterias. Si los reducimos drásticamente, como hemos hecho en las
últimas décadas, ponemos a nuestro sistema inmunitario en una situación
para la que no está bien adaptado”.
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