





“Es un poco más barato que los gimnasios normales. Tampoco mucho porque si no sería un ‘canteo’. Y la verdad es que cuando sales de allí con tu bolsita de deporte, que parece completamente real, te sientes más tonificado. Es un efecto psicológico. Punset dice que el alma está en el cerebro. El gimnasio también”, argumenta Jorge Valencia, uno de los primeros clientes del “Placebo Gym”.
Conscientes de que el gimnasio es también una excusa para conocer gente, los responsables del centro tienen pensado promover por Internet encuentros entre sus usuarios, que podrán quedar a la salida del gimnasio e ir a tomar unas cañas “para recuperar fuerzas”. Jorge Valencia reconoce que ha hecho amistad “con una chica que lleva veinte años sin ir al gimnasio, dos más que yo. Estamos al mismo nivel más o menos”.
Peluquerías para "poner a caldo" al marido.
Los creadores del “Placebo Gym” planean abrir otra cadena, esta vez de peluquerías para señoras que solo quieran pasar la mañana criticando a sus esposos y leyendo la prensa del corazón. “El 80% de las señoras que acuden a los centros de belleza son casos perdidos desde el punto de vista estético. Los peluqueros muchas veces se limitan a mover el pelo de un lado a otro como quien zarandea un cadáver. Ya es hora de afrontar la realidad del mercado y ser conscientes de cuál es la demanda real de nuestros clientes”, afirma Julio Culleras.
Envejecer, lo digo muchas veces, tiene muy poca gracia. Y ser muy anciano me parece que debe de resultar aún menos chistoso. Claro que, como la única vía para no llegar a nonagenario es la de morirse, la alternativa tampoco parece nada atractiva. Tengo un amigo geriatra, José Antonio Serra, estupendo como amigo y como médico, que es de un optimismo existencial a prueba de bomba. Le encantan los viejos (natural, dada su profesión) y tiene como una visión homérica de la ancianidad. Siempre dice algo que me gusta mucho: "Ser viejo no es sinónimo de estar enfermo; uno puede ser muy mayor y estar estupendo de salud. Y si enfermas, aunque tengas 90 años, puedes y debes curarte". A veces abrigo la sospecha de que José Antonio, Tin para los amigos, cree en la posibilidad de ser eternos. En cualquier caso, estoy segurísima de que cree que uno puede morirse a los 100 años estando muy sano. Y, ¿saben qué?, es muy probable que tenga razón.
"El estudio consistió en coger a 40 ancianos de entre 90 y 97 años y ponerles a hacer gimnasia"
El caso es que este optimista de la senectud ha realizado un estudio interesantísimo junto con Alejandro Lucía, catedrático de Fisiología del Ejercicio de la Universidad Europea de Madrid. El experimento se llevó a cabo el año pasado en la residencia geriátrica privada Los Nogales-Pacífico con el auspicio del hospital público Gregorio Marañón de Madrid (cuyo departamento de geriatría dirige Serra) y de la Universidad Europea. Fue el primer estudio de este tipo que se ha hecho en España, intervino un abundante equipo multidisciplinar que iba desde psicólogos y fisioterapeutas hasta animadoras socioculturales, y la cosa consistió en coger a 40 ancianos de entre los 90 y los 97 años de edad y ponerles a hacer gimnasia tres días a la semana durante dos meses.
Repito: coger a 40 ancianos de entre 90 y 97 años y meterles caña a tutiplén en un gimnasio.
Bueno, en realidad sólo hicieron ejercicio la mitad, porque los otros 20 fueron el grupo de control. El caso es que los nonagenarios a los que les tocó el papel activo se machacaban entre 45 y 50 minutos con máquinas, después hacían 5 o 7 minutos de estiramiento y, por último, montaban en una bicicleta estática de 5 a 15 minutos. No está mal el programa. Y fue un éxito. Consiguieron aumentar notablemente la fuerza de las piernas y disminuir la incidencia de caídas, que a esa edad son a menudo mortales. Y, sobre todo, consiguieron calidad de vida. Y todo esto sin que los abuelos se les lesionaran ni se les rompieran. Alguno tuvo agujetas. Y quién no. Pero todos estaban encantados. Tan encantados, en fin, que tuvieron que cerrar el gimnasio con llave por las tardes, porque los del grupo de control, mosqueados porque ellos no disfrutaban de la diversión y de la mejoría, se colaban en el local para hacer ejercicio clandestinamente.
Qué consolador resulta este experimento, y qué admiración produce esa maravillosa máquina que es el cuerpo humano. Incluso en edades tan avanzadas, cuando casi todo el mundo sólo espera de ti que te apoltrones como un inválido en una silla de ruedas o en una cama, que languidezcas y te marchites, que cada día que pase tu estado sea peor, resulta que con tan sólo un poco de ejercicio ¡creas músculo! ¡Ganas fuerza! ¡Mejoras! Nunca hay que rendirse, nunca hay que tirar la toalla, sobre todo si tienes a un geriatra tan bueno y tan loco y tan optimista dándote ánimos.
Este experimento es tan interesante y tan rompedor que acaba de ser publicado en la revista de la Sociedad Americana de Geriatría, una de las mejores del mundo en su campo. Aquí, el estudio se hizo público el año pasado, pero, ya ven, nadie parece haber decidido implantar esos cuidados para los ancianos. Con lo sencillos y lo saludables que son: ejercicio en lugar de las mil medicinas llenas de efectos secundarios con las que atiborran a los viejos cada día; ejercicio en vez de las fatales roturas de cadera y los enormes gastos de hospitalización. Pero nada, ni caso. Se diría que en España la calidad de vida de los ancianos importa muy poco. Nuestra sanidad todavía no ha aprendido que uno debe y puede aspirar a fallecer sanísimo.
De Rosa Montero
Radi es un paciente con lesión medular israelí que hoy ha presentado, ante la mirada sorprendida de otros afectados con la misma enfermedad, los beneficios de un aparato especial, el esqueleto Rewalk. Primero, Radi ha paseado por los pasillos de la Fundación del Lesionado Medular, luego ha subido y bajado escaleras un par de veces y por último se ha sentado tranquilamente. Los usuarios que acuden a la Fundación han podido comprobar cómo este aparato permite a las personas que van en silla de ruedas disfrutar de autonomía y movilidad. "Es impresionante, increíble. No parece que sufra ninguna parálisis", ha dicho un paciente mientras observaba cómo Radi hacía la demostración por los jardines de la Fundación.
Rewalk pesa 22 kilos y funciona con un motor eléctrico con batería recargable. "Esta se sitúa en una mochila que el usuario lleva a su espalda, pesa unos dos kilos y necesita el mismo tiempo de carga que un móvil", ha resaltado el portavoz de Israel Argo Medical Technologie (la empresa que ha inventado el aparato), John Frijters. "Mediante una serie de sensores -situados en cadera y muñeca- y motores -en las articulaciones, muslo y tibia- hace que las personas con lesión medular consigan alcanzar una postura vertical, permitiéndoles hacer distintos movimientos", ha recalcado durante la presentación. Según muchos expertos, esta postura ayuda a controlar los inconvenientes asociados al uso de la silla de ruedas, como son los problemas de incontinencia urinaria, respiratorios, cardiovasculares y digestivos.
Un reloj y un par de bastones ayudan a sacar todo el provecho del Rewalk. El reloj identifica los movimientos que va a realizar el paciente: "Están en la memoria. Son opciones como sentado, levantado, arriba o abajo. Si hubiera algún objeto en el camino o el usuario sufriera algún contratiempo, el aparato lo detecta, se para y vuelve a la postura de equilibrio", dice el portavoz de la empresa. Las muletas favorecen la estabilidad del usuario: "Si no fuera así, el paciente tendría tendencia a irse para atrás". Es necesario que su uso se dé primero en los hospitales. "Requiere un entrenamiento. Algunos pacientes lo controlan solo con unas cinco sesiones, mientras otros tal vez necesiten 50. Es como conducir", recalca Frijters.
La autonomía del aparato es de ocho horas. "Lo que presentamos hoy es una versión I [institucional] para uso hospitalario. Su coste es de 100.000 dólares [68.096 euros]". Según ha explicado la empresa no será hasta final de año cuando aparezca una versión individual "y más adaptable", que costará unos 50.000 dólares [34.059 euros]. De momento no existe ningún tipo de contrato o convenio con ninguna clínica u hospital español, aunque "están en plena negociación", explica el portavoz del Rewalk.
Requisitos mínimos
Aunque no todos pueden usar el aparato. "Son aptas aquellas personas con lesiones medulares que no afecten a la movilidad de hombros y brazos, ya que son fundamentales para el correcto uso y movimiento del aparato". Aquellas personas que midan más de 1,90 metros o menos de 1,60 metros tampoco podrán usarlo. "Probamos el prototipo con una persona que medía un 1,55 metros, pero ese es el límite. Además el usuario no puede pesar más de 100 kilos y "como requisito fundamental deberá ser capaz de levantar su propio peso".
Según ha informado este lunes la policía catalana, el sistema consistía en que uno compraba un billete de bus desde Girona a la Estació del Nord en Barcelona y llevaba una maleta grande con su compinche dentro que dejaba en el portaequipajes del bus.
Una vez iniciaba el trayecto, el ladrón salía de su escondite y hurgaba en los equipajes para llevarse objetos de valor, especialmente aparatos electrónicos, y los colocaba en una segunda maleta que llevaba consigo. Cuando el bus llegaba a destino, el compañero recogía la maleta y se iba del lugar sin levantar sospechas.
El truco se descubrió el pasado viernes cuando uno de los ladrones dejó la maleta con el otro delincuente dentro y se marchó, lo que levantó sospechas de otros pasajeros que alertaron a los agentes del Aeropuerto.
Al abrir la maleta, los policías se encontraron con la sorpresa: un contorsionista en su interior que llevaba un teléfono móvil en la mano, una maleta pequeña, una linterna frontal y un punzón para abrir cremalleras y candados.
Por el momento, imputan a Krzysztof Grzegorz M., de 29 años -que tiene antecedentes-, y Jouoastaw K., de 31, por un caso del 12 de mayo en que sustrajeron un ordenador portátil y un GPS, y ahora se está recopilando información por si se les puede relacionar con otros robos.