SALAMANCA-DAKAR

El viaje se hizo muy largo, fueron casi 12 horas desde que salimos de Salamanca hasta la llegada al aeropuerto de Dakar. Es un aeropuerto pequeño. El avión te deja en pista y un bus te lleva hasta un edificio pequeño. Un montón de hombres se ofrecen para ayudarte con el equipaje. Llevábamos el máximo permitido, dos maletas de 23kg y una de mano de 10kg por persona pero decidimos apañarnos solas. Primera fase: maletas localizadas y subidas a unos carritos. A 10 metros está el control de rayos y toca subirlo todo a la vez. La policía tiene mucha prisa y no entiende que no podemos hacerlo rápido, pesa mucho. Es un poco caos, en medio de mis maletas otra persona empieza a poner la suya. Cuando ya hemos puesto todo vuelta a colocarlo en el carro y la policía presionando, cuando ya hemos acabado dicen que si necesitamos ayuda. ¡Pues claro!¿Es que no te habías dado cuenta?. La puerta de salida está a unos 5m y, a cierta distancia ya que no les permiten acercarse, nos esperan Moumi y el doctor. Besos, abrazos y ganas de llegar a casa. El cansancio del viaje se nota.

Viven en un barrio bueno de Dakar. Hay que decir que Dakar es una megapolis en la que viven unas 300.000 personas por lo que me han dicho y en la que las diferencias económicas entre zonas son muy notables. La casa es acogedora, es antigua pero está arreglada con mucho cariño. Dormiremos tres en la habitación, Dioumel y Mayram que son senegalesas, y yo. Primero me ceden la cama individual pero como soy bastante alérgica a las picaduras y allí los mosquitos son criminales acabo compartiendo cama con Mayram (la conozco desde bebé, de hecho entré en paritorio nada más nacer así que la siento como mi ahijada) porque la cama de matrimonio tiene mosquitera.

Tremendamente agotada, después de una deliciosa cena, caigo rendida. Mañana sigue la aventura.