artículo de Andrea Espinoza
Cada cuatro minutos una niña sufre de mutilación genital en el mundo, según Amnistía Internacional. Sea por presión social o por ser considerara una costumbre religiosa (pese a no tener sustento en el Corán), la ablación se mantiene arraigada en 28 países africanos y continúa su práctica, pese a los trabajos de las organizaciones internacionales.
Amnistía Internacional calcula que 135 millones de mujeres ya han sido mutiladas y la cifra aumenta en dos millones cada año, según sus informes. La OMS, en cambio, habla de tres millones anuales.
Rosa Negre, subinspectora de los Mossos d'Esquadra, explica que una de las razones para justificar esta tradición es el compromiso familiar. Recuerda que durante una inspección un padre de familia le dijo: Yo te digo que mi hija nació en Cataluña y que acá no será mutilada, pero al regresar tengo que pedirle permiso para a mi padre para no mutilar.
Otro caso, cuenta, es el de una mujer que temía que su madre considerara una traición el oponerse a su deseo de mutilar a su bebé. Esto sin contar, además, que algunas comunidades africanas mantienen creencias como que si no se realizada una ablación las mujeres pueden estropear los alimentos al tocarlos o matar al bebé el parto.
Susanna Oliver, directora de proyectos de World Vision España y responsable del proyecto de la lucha contra la ablación en Mali, dice que los avances para evitar las operaciones son lentos. Hasta ahora, luego de seis años de la aplicación de programas en Kenia el resultado ha sido que 400 familias dejen esta práctica. Las actividades han incluido un programa de información, impulso en el cambio de legislaciones y entrega de microcréditos a las comadronas que ejecutan estas operaciones.
Sin embargo, el saldo se mantiene en contra. Oliver subraya, por ejemplo, en las 100 comunidades de Mali en las que trabajan el 94% de las niñas sufren de esta clase de ablación por iniciativas de sus madres. Allá los cambios, dice, debe impulsarse también desde la ley, pues en el país solo se prohíben las mutilaciones genitales femeninas en los centros de salud.
Bombo N’dir, senegalesa y vicepresidenta del Equipo de Sensibilización contra las mutilaciones genitales femeninas (EQUIS), explica que en España la cantidad de ablaciones practica por los migrantes africanos a sus hijas es una cifra controlada porque hay una legislación que lo pena, pero no significa un seguro para las mujeres. Actualmente, incluso en cortos viajes a sus países de origen se realizan las operaciones.
La preocupación de N´dir se incrementa con la posibilidad de que los migrantes regresen a sus países debido a la crisis. En ese caso, menciona, es muy probable que las mujeres tengan que se mutiladas, porque si no son consideradas “impuras, con tendencia a la promiscuidad” o puede evitar que “consigan marido”.
Negre dice que aún en las familias que han realizado compromisos con la policía catalana se han reportado casos en los que al regresar de un viaje las niñas tienen mutilaciones. Esto pese a saber que desde el 2003 es un delito penal y desde el 2005 las mutilaciones en niñas residentes o ciudadanas españolas también son perseguidas aún si fueron realizadas fuera de España.
Sin embargo, resalta que después de los trabajos que ha realizo la institución, junto a los médicos y las distintas organizaciones que socializan el tema se han conseguido que las migrantes de comunidades practicantes de la ablación sometan la tradición a un debate tomando en cuenta los riesgos en la salud de las niñas. Estos van desde desangrarse o adquirir infecciones al momento de la operación, sentir dolor al tener relaciones sexuales e incluso problemas en el parto por los tejidos que quedan como cicatrices
Lorena Cobas, responsable de emergencias de Unicef en España, cree que África el tema ha tenido una evolución positiva. Según los datos de la organización al menos 6.000 comunidades en 12 países han declarado que no promueven la mutilación genial. Eso, señala, se muestra en el cambio de sus legislaciones, además de la mejora en la participación de las mujeres en la sociedad al recibir mayor educación y derecho a decidir.
Cada cuatro minutos una niña sufre de mutilación genital en el mundo, según Amnistía Internacional. Sea por presión social o por ser considerara una costumbre religiosa (pese a no tener sustento en el Corán), la ablación se mantiene arraigada en 28 países africanos y continúa su práctica, pese a los trabajos de las organizaciones internacionales.
Amnistía Internacional calcula que 135 millones de mujeres ya han sido mutiladas y la cifra aumenta en dos millones cada año, según sus informes. La OMS, en cambio, habla de tres millones anuales.
Rosa Negre, subinspectora de los Mossos d'Esquadra, explica que una de las razones para justificar esta tradición es el compromiso familiar. Recuerda que durante una inspección un padre de familia le dijo: Yo te digo que mi hija nació en Cataluña y que acá no será mutilada, pero al regresar tengo que pedirle permiso para a mi padre para no mutilar.
Otro caso, cuenta, es el de una mujer que temía que su madre considerara una traición el oponerse a su deseo de mutilar a su bebé. Esto sin contar, además, que algunas comunidades africanas mantienen creencias como que si no se realizada una ablación las mujeres pueden estropear los alimentos al tocarlos o matar al bebé el parto.
Susanna Oliver, directora de proyectos de World Vision España y responsable del proyecto de la lucha contra la ablación en Mali, dice que los avances para evitar las operaciones son lentos. Hasta ahora, luego de seis años de la aplicación de programas en Kenia el resultado ha sido que 400 familias dejen esta práctica. Las actividades han incluido un programa de información, impulso en el cambio de legislaciones y entrega de microcréditos a las comadronas que ejecutan estas operaciones.
Sin embargo, el saldo se mantiene en contra. Oliver subraya, por ejemplo, en las 100 comunidades de Mali en las que trabajan el 94% de las niñas sufren de esta clase de ablación por iniciativas de sus madres. Allá los cambios, dice, debe impulsarse también desde la ley, pues en el país solo se prohíben las mutilaciones genitales femeninas en los centros de salud.
Bombo N’dir, senegalesa y vicepresidenta del Equipo de Sensibilización contra las mutilaciones genitales femeninas (EQUIS), explica que en España la cantidad de ablaciones practica por los migrantes africanos a sus hijas es una cifra controlada porque hay una legislación que lo pena, pero no significa un seguro para las mujeres. Actualmente, incluso en cortos viajes a sus países de origen se realizan las operaciones.
La preocupación de N´dir se incrementa con la posibilidad de que los migrantes regresen a sus países debido a la crisis. En ese caso, menciona, es muy probable que las mujeres tengan que se mutiladas, porque si no son consideradas “impuras, con tendencia a la promiscuidad” o puede evitar que “consigan marido”.
Negre dice que aún en las familias que han realizado compromisos con la policía catalana se han reportado casos en los que al regresar de un viaje las niñas tienen mutilaciones. Esto pese a saber que desde el 2003 es un delito penal y desde el 2005 las mutilaciones en niñas residentes o ciudadanas españolas también son perseguidas aún si fueron realizadas fuera de España.
Sin embargo, resalta que después de los trabajos que ha realizo la institución, junto a los médicos y las distintas organizaciones que socializan el tema se han conseguido que las migrantes de comunidades practicantes de la ablación sometan la tradición a un debate tomando en cuenta los riesgos en la salud de las niñas. Estos van desde desangrarse o adquirir infecciones al momento de la operación, sentir dolor al tener relaciones sexuales e incluso problemas en el parto por los tejidos que quedan como cicatrices
Lorena Cobas, responsable de emergencias de Unicef en España, cree que África el tema ha tenido una evolución positiva. Según los datos de la organización al menos 6.000 comunidades en 12 países han declarado que no promueven la mutilación genial. Eso, señala, se muestra en el cambio de sus legislaciones, además de la mejora en la participación de las mujeres en la sociedad al recibir mayor educación y derecho a decidir.
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