En este mundo, existen tantos tipos de mujeres como de hombres. Las hay guapas y feas, más o menos delgadas, inteligentes y tímidas, o brutas y simpáticas y entre esos extremos, un montón de personas diferentes. Es una pasada, ¿Os imagináis que dilema a la hora de ligar? Cuando era pequeño no sabía por cual decidirme, así que hice una pequeña lista de virtudes para saber qué era lo que buscaba en una mujer.
Yo no soy de los que piden milagros ni mucho menos, no voy por ahí buscando un estereotipo. Las chicas de la gran pantalla, en la realidad pierden parte de su encanto. Siempre opiné que durante esa hora y media que dura la película, más que la actriz lo que nos pone es la aventura en si y… bueno, quizás un poco las escenas subiditas de tono.
Pero yo soy más realista que todo eso y si hay algo que quería en mi vida, era una persona normal y corriente con sus virtudes y defectos. Por ejemplo, generosa. ¿Es mucho pedir una chavala generosa? Muy generosa, sobre todo de pecho. Inteligente, no hacía falta que supiese hablar cinco idiomas, con que su lengua la dominase a la perfección me bastaba. ¿Qué más? Que tuviese clase hasta retirándose. Así tanto de frente como de espaldas, estaría cautivado por su porte. Que le gustase leer, aunque sean libros con dibujitos como el Kama Sutra y que no la moleste compartir momentos graciosos. Como aquel día que se quedó a dormir en casa de una amiga en la misma cama y las dos se olvidaron el pijama…
Cosas sencillas. Como dije, no sueño nunca nada del otro mundo. Pero las cosas cambian cuando creces y hoy por hoy soy más exigente. Me gustaría una chica cualquiera capaz de reírse de si misma, alguien con la determinación de saber lo que quiere y no perderse en el camino. Una mujer sensual y simpática, capaz de levantarme en esos días en los que no puedo con mi alma o tumbarme, aunque alegue no tener ganas. Que me haga sonreír a pesar de estar abriendo facturas y que viendo “El rey León” me abrace muy fuerte, alegando que el mono le da miedo…
Algo así. Después de todo como reza el dicho, desde que somos unos pillos sabemos con quién queremos acostarnos, es cuando maduramos cuando descubrimos con quién queremos despertar. La pregunta que haría ahora una persona inteligente es… “Muy bien chiquitín, sabemos lo que tú quieres, pero ¿Qué ofreces a cambio?” Esa es la pregunta de alguien inteligente, ya que ahí radica el verdadero dilema a la hora de estar con alguien.
La gente normalmente pide demasiado y ofrece poco. Es como si pensáramos que la chica más popular de clase, se va a quedar con nosotros por nuestra cara bonita. ¿En serio os creéis así de especiales? Nadie chillaba por la calle acosando a Brad Pitt, cuando estaba trabajando para “El pollo loco” disfrazado de pollo gigante. Y si él lo tenía difícil...
En fin, con esta premisa, me tomé la libertad para dar unos pequeños consejos a los chicos que están intentando encontrar esa media naranja —o ese medio limón— con el que queremos pasar unas horas o unas eternidades.
Paso uno: para conseguir a esa persona especial, deberíamos intentar serlo nosotros también. No basta con fingir ser interesantes, tenemos que serlo de verdad. Así que mi primer consejo, es que no está de más cerrar la boca y aprender a escuchar. Me he dado cuenta de que muchos chicos cuando hablan no callan y lo que es peor, no saben lo que dicen. En momentos así recordad “más vale dar la impresión de ser un idiota con la boca cerrada, que empezar a hablar y despejar todas las dudas”.
Paso dos: Nunca está de más culturizarse. Lo siento por esta generación, pero saberse de memoria la plantilla del Real Madrid y el Barcelona, no ayuda mucho a la hora de llenar un vacío en una conversación. Leer de vez en cuando (Mejor si es a mí) ayuda a mantener la memoria en forma y tener acceso fácil a datos curiosos.
Paso tres: Marketing. A veces no es tan bueno como nos creemos decir lo fabulosos que somos. Si, incomprensible… aun así, es mejor que lo digan los demás. Para conseguirlo, no basta con ser un chico estupendo con la persona que te gusta, sino con todo el mundo en general. Que cuando pida referencias, solo oiga cosas buenas sobre ti.
Paso cuatro: ¿No hace falta decirlo verdad? No, creo que no porque todos somos muy… si, este paso a lo mejor me lo salto, porque todos sabemos lo importante que es ducharnos a la hora de tratar con otras personas. Que el aliento huele mejor si nos lavamos los dientes y nuestros besos son mucho más refrescantes. Ya no digo nada sobre las múltiples propiedades beneficiosas de las colonias y los desodorantes. Decidido, este paso me lo salto porque está casi obsoleto. Salvo por ese chico en el ascensor del que todos hablan mal cuando se baja.
Paso cinco: Ser un galán está pasado de moda, pero no está de más que la sujetes la puerta aunque sea por verla el culo. La educación no está de más y por educación, me refiero al total respeto por todas las creencias e ideas que pueda llegar a tener la otra parte. Sobre todo si no coinciden con la nuestra.
Paso seis: Se feliz. Aunque suene triste, a nadie le interesan tus problemas con tu ex, con el trabajo o con los estudios. Si en algún momento haces mención de ello para empezar una conversación, tócalo pero nada de derrumbarse ni volverse melodramático. Cualquiera es capaz de ligar mejor con una sonrisa que con una lágrima. Además, de ahí a ser un pesado solo tienes un pelo.
Paso siete: No importa que Star trek sea la obra perfecta de la humanidad a tus ojos y que todos deberían rendir pleitesía por la cantidad de veces que nos salvaron. A no ser que esta noche quieras dormir con Spock, no te pases con el tema.
Paso ocho y último por hoy: Por favor, hagas lo que hagas, se natural. No hay nada peor que tener una fachada y gastar tus energías manteniéndola. Si no te gusta el reggaetón, no le digas que si. Porque si no vas a tener que soportarlo hasta para cenar. Para gustarle a una chica no es necesario coincidir con todos sus gustos, a veces basta con ser lo bastante maduro e inteligente como para llamar su atención o simplemente arrancarla una sonrisa.
Ya puestos a ligar, tengo una colección de sugerencias que deberíamos evitar o corregir. Son tonterías en su mayor parte, pero juntas hacen una gran pelota que puede hacer mucho daño a tu relación.
El machismo VS feminismo: en pleno siglo XXI parece mentira que algunas personas se crean todavía superiores (o inferiores) según el sexo con que hayan nacido. A ver si descubren que por ello, no son ni más ni menos que los demás.
Gritos: Si gritas te alteras y chillas. Si te gritan, te alteras, gritas y chillas. Así que al final ninguno de los dos está oyendo la versión de la otra parte. Me da igual quien empiece… basta con que uno de los dos no continúe.
Baño: Ejem… ¿En serio hace falta ir al ejército para tener buena puntería? Levantar la tapa y pasar después un poco de papel higiénico para limpiar está al alcance de vuestras manos. Tampoco está de más después de afeitaros, que recojáis los pelos. Hace mucha ilusión al entrar a un baño que esté limpio, aunque viváis solos.
Rutina: Dicen que la rutina apaga pasiones. La mayor parte de las veces es así, pero yo quiero daros un consejo que la gente a veces pasa por alto. Algunas cosas, es bueno que se conserven. No te olvides de dar los buenos días con un montón de besos cariñosos y recordar que los viernes toca pizza y película romántica. Hace ilusión compartir esos momentos. De hecho, cuando una relación termina es de lo que más se extraña.
Problemas: En todos mis años de vida, nunca jamás he visto un problema entre dos personas que se arreglase por si solo. Hablar arregla las cosas la mayor parte de las veces y si no lo consigue, por lo menos ayuda a rebajar el nivel de estrés a la hora de enfrentarnos a una situación difícil.
Infidelidad: Este es un tema espinoso. A mí entender, hay tres tipos de infidelidades que deben ser tratadas diferentes. Las de cama, las de corazón y las de morbo. Las primeras son esporádicas y ocurren una noche cualquiera sin más motivo que unas buenas piernas. Se piensa “¿Quién me va a pillar?”. Al final se suelen descubrir porque se vuelven rutinas y tarde o temprano la suerte abandona. Las segundas, suelen pasar cuando algo en la relación propia falla. Falta de tiempo, de cariño, de atenciones… Esta es la más peligrosa, ya que puede llegar a enamorarse de otra persona. Aunque a veces, basta con una conversación seria para que nuestro amor salga fortalecido de esta crisis. La tercera infidelidad es más un asunto de índole sexual, hay personas a los que simplemente les excita ser infieles y hagan lo que hagan, no consiguen —o no quieren— dominarlo.
Ilusiones: Cuando algo sea importante para tu pareja, no hay que restarle importancia. Desde querer aprender medicina a sacarse un máster en tortillas de patata, no sabemos lo mucho que puede significar para la otra persona. No menospreciemos el esfuerzo de nadie porque lo consideremos “una tontería.
Celos: ¿Qué son los celos? Miedo, miedo a que tu pareja te cambie por otro, te engañe o que alguien más descubra lo maravillosa que es. Pero tendrás que reconocer que no eres su dueño, así que en lugar de dejar que ese miedo irracional te destroce, ¿Qué te parece si te esfuerzas en demostrar que eres alguien único, para que nunca se le pase por la cabeza perderte?
Indagar: Hay un problema serio que he visto muchas veces en las personas. Por mucho que lo intentemos, no somos capaces de leer la mente de nadie. Así que si no sabes algo, pregunta.
Sexo: Aquí podríamos hacer una lista tan larga que este post no terminaría nunca, pero todos los problemas tienen solución. Desde las fantasías más osadas a los gustos más estrafalarios, todo es moralmente aceptado si ambos estáis de acuerdo. Los problemas de cama suele ser una mezcla de timidez y falta de experiencia o nervios. Culturales o religiosos. Se pueden tener traumas existenciales o frigidez. O algo tan sencillo como la suegra… Puede haber más factores y para resolver la cuestión debería saber cuál es la situación.
Ya puestos, allá va mi último consejo para esta entrada que ya me está quedando demasiado extensa. Digan lo que digan las películas americanas, para empezar bien el día lo mejor no son las tortitas con nata y fresas. El mejor desayuno del mundo, son los besos por la espalda mientras la acaricias aún somnolienta con más cariño que pasión. Os garantizo que merecerá la pena.