Ningún otro cuerpo como el tuyovino a salir sobre la tierra,porque él es tú. Domingo diario,simposio y lecho y mesa puestapara los sentidos no platónicos.Sin verte ni oírte, voy formándoleel molde de un instante tuyo;el estuche justo, tu morada.Espacio puro, impenetrable,donde guardarlo aprisionado.Siguiendo los innumerablespeldaños infinitesimalesde tu olor, bajando y ascendiendo,las superficies reconozco,maravilladas, de tu cuerpo.Hueles a escollo soleado,a huertas en la sombra, a tiendade perfumes; a desierto hueles,tierra grávida, a llovizna;a carne de nardo macerada,a impulsos de ansias animales.Y cada aroma halla respuestaen un sabor que lo sostiene,y el regusto de la sal, el agriodel fruto en agraz; dulcísimo,el del fruto maduro y pleno,el amargor donde floreces,mezclándose, ardiendo, disolviéndose,hacen de ti un sabor; el únicosabor, el que te vuelve en suya.Y con él completo la armaduradel perfecto espacio
tu recinto inequívoco, el sitio de ti misma.
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