Cuenta la tradición que el 2 de enero del
año 40 d.C. la Virgen vino a Zaragoza para animar a Santiago (que
estaba intentando convertir a los hispanos al Cristianismo, con bastante
poco éxito) y trajo una columna de piedra a la que todos llamamos “el
Pilar”, que según esa tradición sigue hoy exactamente en el mismo lugar
en que lo dejó.
Allá por el siglo XV o XVI se decidió
cubrir la columna con un forro de bronce (que es el que se ve en la
vieja fotografía de arriba) para protegerla, pues parece que los fieles
arrancaban trozos de piedra para llevárselos. Eso sí, se dejó en la
parte de atrás un pequeño orificio para que pudieran besar la columna
directamente.
En el siglo XVIII se decidió cubrir aquel
forro de bronce con otro de plata, mucho más adecuado, que se colocó en
1739. Hay dos, uno que cubre toda la parte de la columna que sobresale
por encima del suelo del camarín para los días en los que la Virgen no
lleva manto, y otro que se coloca el resto de los días y que llega más o
menos a media altura.
En cuanto a los mantos, la tradición de
ponerlos también viene de lejos, por lo menos de 1504, aunque no se
colocaban como ahora. ¿Veis el cuadro? Pues en él se ve cómo se ponían,
tapando la imagen prácticamente hasta el cuello. Fue a mediados del
siglo XVIII y parece que por indicación de Ventura Rodríguez (el
arquitecto que hizo la Santa Capilla, inaugurada en 1765) cuando los
mantos se empezaron a colocar como en la actualidad, a ras con la parte
superior de la columna. Desde los años 40 del siglo XX se sujeta el
manto a la columna con esta magnífica pieza de plata.
Decíamos que la noticia más antigua que
tenemos sobre los mantos es de 1504, y en una catalogación que se hizo
en 1577 se dice que había 72. Sin embargo, el más antiguo que
conservamos es el del Cabildo, de 1762, que es el que se coloca para el
día del Pilar.
¿Cuántos mantos hay hoy? Pues en una
catalogación que se hizo en 2003 eran 410, pero tenemos que tener en
cuenta que no se han dejado de regalar, con lo que el número sigue
aumentando. Los hay de todo tipo, desde los más ricos a los más
sencillos, de los regalados por miembros de la familia real a los que
dejaron donantes anónimos, de los más tradicionales a los más
originales, como uno de ganchillo o el que regaló el Grupo Zaragozano de
Papiroflexia, confeccionado con más de 1.500 pajaritas de papel unidas
sin pegamento ni celo.
Todos los mantos tienen la misma forma y
dimensiones, para colocarse encima de un portamantos sujetos con cintas.
En cuanto a los colores, se intenta que se adapten a los colores
litúrgicos: blancos, verdes, morados, azules o rojos. Se cambian cada
día (como se ve en la foto de abajo), y algunos días más de una vez. Eso
sí, muchos de ellos tienen días concretos, en relación con la
festividad que se celebra, con el donante que lo regaló o, como decíamos
antes, con el color litúrgico que corresponda.
El manto se ve como algo unido
indisolublemente a la imagen que tenemos de la Virgen del Pilar, tanto
que al acto de presentar a los niños a la Virgen (algo muy habitual,
hasta que hacen la primera comunión) se le llama tradicionalmente “pasar por el manto“. Son los infanticos los encargados de acompañarlos, como se ve en esta foto.
Esa proximidad del manto a la columna y a
la Virgen del Pilar hace que se les atribuya cierto carácter
“milagroso”. Todavía hoy se puede ver en algunas esquelas la frase “Murió bajo el manto de la Virgen del Pilar“,
aunque hoy es un privilegio que tienen los caballeros y damas de la
Corte de Honor de la Virgen y algunas personalidades (el papa Juan
XXIII, por ejemplo, o Alfonso XIII, que murió en Roma bajo el manto que
envió el Cabildo, que lo volvió a mandar años después a Lausanne cuando
murió la reina Victoria Eugenia). De hecho, ya a principios del siglo
XVII las peticiones de mantos para los enfermos eran tan abundantes que
se crearon las “medidas de la Virgen“, las famosas cintas, cuya función era precisamente esa, suplir al manto a la hora de la muerte.
Las cintas miden 36’5 cm, exactamente la
altura de la imagen de la Virgen. La primera noticia que tenemos de
ellas es de 1621, en un documento en el que los Jurados de Zaragoza
prohiben a mercaderes y ciudadanos la comercialización de esas medidas,
reservando ese derecho exclusivamente al Cabildo zaragozano bajo pena de
60 sueldos jaqueses. No sabemos cómo serían entonces, pues la imagen
que vemos aquí arriba corresponde al aspecto que tenían en el siglo XIX.
Hoy son algo distintas y se hacen en once colores diferentes, siendo
enormemente populares.
Por cierto, ¿por qué hay veces que la
Virgen del Pilar no lleva manto? Pues muy sencillo: todos los días 2, 12
y 20 no lo lleva. El 2, porque según la tradición la Virgen vino a
Zaragoza el 2 de enero del año 40 d.C. El 12, porque la dedicación del
templo fue un 12 de octubre. Y el 20, porque la coronación canónica de
la Virgen del Pilar fue un 20 de mayo. Así pues, todos los 2, 12 y 20,
excepto el 2 de enero, el 12 de octubre y el 20 de mayo se puede ver la
columna, o más bien el forro de plata que la cubre.
Además de todo lo que hemos dicho, una
vez al año la Virgen luce un manto de lo más especial, hecho de millones
de flores llevadas por cientos de miles de personas. ¿Veis el cartel de
fiestas de arriba? De alguna manera ya se ve en él la idea de la
Ofrenda de flores, aunque esta no nacería hasta ocho años después, en
1958.
Os dejo una foto de la primera Ofrenda de
flores. En ella participaron 2.000 personas y el Ayuntamiento regaló
las flores (seguiría haciéndolo, en parte, hasta 1986). Con ellas se
“tejió” un manto multicolor, que seguiría siéndolo durante más de medio
siglo. Sobre él se colocó, prácticamente desde el principio, la cruz de
Lorena, un símbolo elegido por el hospital Royo Villanova (que entonces
se conocía como “el Cascajo”) por ser desde mucho tiempo antes el
símbolo de la “cruzada” contra la tuberculosis. En aquellos años la
hacían los enfermos, y como no podían salir (los tratamientos
antituberculosos duraban incluso dos años por aquel entonces) era la
Reina de Fiestas la que iba a recogerla, y luego la entregaba. Hoy son
los trabajadores del hospital los que la traen.
La Ofrenda fue el primer acto
verdaderamente popular de las fiestas, y ha llegado a alcanzar unas
dimensiones enormes (algunos años han pasado casi medio millón de
personas y se han utilizado unos diez millones de flores). Hoy es el
acto central de las fiestas y su imagen es reconocible en medio mundo.
La inmensa pirámide de flores que se coloca en la plaza del Pilar,
coronada por la Virgen con un manto confeccionado con claveles y
gladiolos blancos, sobre los que la cruz roja destaca enormemente, está
en las retinas de millones de personas desde hace unos 25 años, que es
cuando empezó a convertirse en tradicional la utilización de un color
perfectamente adecuado para una fiesta de la Virgen.
Tomado de http://gozarte.wordpress.com
5 comentarios:
muy bueno el articulo, super interesante. no tenia ni idea. me ha gustado mucho
excelente articulo!!!!!
Cuanto aprendemos !!
que bonita fiesta
hoy me ha regalado la q si dios kiere sera mi suegra una cinta d esas para q ponga en el coche de la pilarica
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