CRÓNICA DE UN VIAJE A GRANADA-IV ENCUENTRO NACIONAL DE COTORRAS

No es la primera vez que os digo lo maravillosa que es Granada y lo importante y decisiva que fue en mi vida esa ciudad. Este puente he vuelto y quiero compartir con vosotros estos días.

El viernes fue el viaje de ida. Hacía mucho calor pero al bajar por Despeñaperros abrí las ventanillas para dejar que los olores invadieran el coche, y es que todo huele diferente en Andalucía.

Nos alojábamos en el Barrio del Realejo, un laberinto de callejuelas estrechas y en concreto, en la Corrala de Santiago, un patio andaluz de tres plantas lleno de macetas con flores. La primera sorpresa fue que me dieron la misma habitación que cuando estuve allí hace cinco años. Después de dejar las cosas nos fuimos directos al Hammam, un baño árabe (http://www.hammamspain.com/). Allí la música es suave, la luz ténue y cuando te dan el masaje con aceites... Sales de allí completamente relajado y ya no te acuerdas de las horas de viaje que te ha llevado el llegar allí.

Tras una cena ligera un paseo por la noche granadina, tibia y luminosa, como su gente. Y al fondo, en lo alto, la Alhambra sonriendo. Es algo que embriaga el alma, os lo aseguro.

A la mañana siguiente, desayuno con moyetes, unos panecillos blancos con tomate y aceitito, están buenísimos. Aprovechamos después para visitar la zona de la Catedral, la plaza de la Bib Rambla, la Alcaicería,... Y después... habíamos quedado con Álex para tomar unas cañitas como no en el Cunini, un bar de tapas bueníiiiiisimas.

Cuando llegamos al bar allí estaba ella con su Luck-Óscar. Una mujer menuda, morena, de vocecita suave, sonrisa amplia y ojos vivos y él simpático, abierto, sin duda una gran pareja. Los dos son tal y como los veis en el chat, no hay doblez por ningún lado. Nos lo pasamos muy bien y nos tenían reservada una sorpresa, habían venido con dos motos para que recorriéramos más fácilmente Granada. Con ellos fuimos al Sacromonte, un barrio flamenco escavado en cuevas de la montaña y a los miradores del Albaicín. Óscar tenía un partido así que tuvieron que irse prontito pero... ¡nos dejaron la moto!

Seguimos recorriendo Granada ya solos, y una nueva sorpresa, ¡la gente de la mezquita se acordaba de mi! Pasé muchas horas hace cinco años en los jardines de esa mezquita, buscando, y lo que es mejor, encontrando la paz que necesitaba. Más tarde nos fuimos a ponernos guapos que Álex nos había reservado un restaurante para cenar. Era en las Gabias y se llama Expreso de Al-Ándalus y es un antiguo tren estilo Orient Express. La cena fue deliciosa, de hecho estuvimos más de tres horas y se nos pasó en un suspiro y para rematarla Álex y Óscar nos habían dejado una botella de champagne riquísima. Volvimos hacia la Corrala disfrutando del frescor de la noche.

A la mañana siguiente tras un nuevo desayuno nos dirigimos a Albolote para devolver la moto y tomar unas cañitas más (ojo con el bacalao que preparan en ese pueblo umm). Allí nos presentaron a sus niños: Josemi, un morenazo de 14 años que me lo pido para mi niña y una pizpireta de 7 que se llama Ariadna y que os lo juro, es para charlar un rato con ella, lista como el hambre y dulce y cariñosa que da gusto. Estuvimos con ellos hasta la hora de partida.

¿Sabéis? Me supo a poco. Tengo que volver, quiero volver. Aún no tengo las fotos para poder subirlas pero prometo hacerlo en cuanto pueda.